Quiénes somos

 

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Todas las personas que componemos el equipo de La Madrileña procedemos del mundo de la protección animal, en el que hemos trabajado durante muchos años y por el que seguimos luchando todos los días.

Cuando vimos por primera vez este albergue, pensamos que todo lo que habíamos hecho hasta el momento por proteger a los animales abandonados, perdería su valor moral si no hacíamos algo por aquellos animales, que vivían sin prácticamente nada, olvidados del mundo y sin esperanza.

Al ver aquellas instalaciones medio en ruinas y cruzarnos con las miradas de las casi doscientas almas que nos pedían ayuda, nos sentíamos pequeñas, impotentes y pensábamos que a pesar de ser un albergue, el abandono no estaba fuera, sino dentro.

Sin embargo la realidad nos demuestra constantemente que no hay peor cosa que rendirse ante lo que nos parece imposible, y con esa reflexión, poco a poco comenzamos a caminar.
Buscamos ayuda y desde luego que la encontramos, un ejército de buenas voluntades que nos han apoyado y aunando esfuerzos han hecho posible que este sueño se haga realidad.

Queda mucho trabajo por hacer, pero ELLOS, que son los importantes, ya están salvados y os aseguramos que merece la pena conocerlos.

 

NUESTRA HISTORIA

Durante estos últimos años La Madrileña no ha estado sola. A pesar de su abandono y de su caótica situación, hubo personas allí dentro que, en la más absoluta clandestinidad, proporcionaban comida extra, atención veterinaria y todo el cariño que podían, todo por su cuenta y al margen de la directiva. A la entrada del verano y durante los meses de calor, con mucho trabajo y muy pocos medios, se daban baños a los perros con un producto antiparasitario para eliminar a las garrapatas, verdadera plaga del albergue.

 

 

 

 

 

 

 

Con el respaldo económico de la Asociación Proyecto Animal, junto con la importante contribución de varios particulares, se llevaron a cabo varias esterilizaciones y tratamientos urgentes, así como cirugías bastante importantes que no podían esperar. “A escondidas”, 21 animales fueron dados en adopción y hoy viven felices con sus nuevas familias. Se alquiló una máquina desbrozadora para eliminar todas las malas hierbas de los pasillos de las zonas comunes para sanear el suelo y fumigar.

En todas estas tareas jamás participó la directiva, se llevaron a cabo con muy pocas personas y por supuesto con medios económicos de particulares y de la asociación antes mencionada.

En aquellos momentos, estas personas que permanecían allí a pesar de todo, obraban a espaldas de los cargos directivos, bajo amenazas y exponiéndose a insultos, recriminaciones e incluso a la expulsión definitiva que les impediría la entrada en el albergue para siempre; estos voluntarios que así actuaban teniendo todo en su contra, también formaban parte de La Madrileña en aquellos momentos y aunque su capacidad y potencial estaban mermados por las numerosas prohibiciones expresas, siguieron luchando por salvar a aquellos animales.

Es por eso que resulta justo e imprescindible reconocer su valor puesto que, aunque exentos de la responsabilidad del deterioro y la situación desastrosa del albergue, sí fueron responsables de que muchos animales no perecieran en la indigencia y contribuyeron a mitigar su miseria y su dolor; y es por eso también que, cuando se define La Madrileña como “lugar horrible”, “campo de exterminio”, “cámara de los horrores”,…  ellos se sienten en cierto modo heridos, porque ellos estaban allí y también eran La Madrileña. Lo cierto es que gracias a ellos se pudieron cambiar las cosas desde dentro antes de que, de forma irremediable, esta Asociación y sus animales entraran en un camino sin retorno.

 

 

 

 

 

 

 

Anteriormente Luisa, gran amiga y gran proteccionista, antigua guardesa del albergue, también luchó y sufrió por retar a la directiva y gracias a su esfuerzo se salvaron muchas vidas.

Todos ellos han sido imprescindibles. De modo que el horror, el verdadero horror, fue la inefable gestión de unas personas que estuvieron al mando, que tiranizaron durante muchos años a todos los que se acercaban a ayudar y no supieron o no quisieron darle esperanza y dignidad a aquellos animales, gobernando de forma feudal y totalmente antidemocrática lo que consideraban “su propiedad”. Era algo delirante que no se pudiera adoptar, que estuviera prohibida la atención veterinaria, que una vez a la semana comieran huesos de pollo crudo, que estuvieran machos y hembras juntos y se durmiera a las camadas (no sabemos con que método) como única solución al descontrol de la natalidad. Y lo más alarmante es que disfrutaron de total impunidad durante todo el tiempo.

 

 

 

 

 

 

De cómo estaba el albergue de La Madrileña cuando la nueva junta directiva se hizo cargo, dan buena cuenta las fotografías que se hicieron.

 

 

 

 

 

 

Tras muchos fines de semana seguimos avanzando gracias a todos los voluntarios que nos están ayudando y poco a poco vamos viendo la carita lavada y alegre de La Madrileña. Queda mucho trabajo por hacer, pero también se ha hecho ya mucho y estamos contentos y agradecidos a toda la gente que nos está ayudando. Todos nuestros animales ya tienen analítica de sangre y están desparasitados, y lo que es más importante, tienen nombre y figuran todos en un registro con sus datos.

Nuestra historia en imágenes